Sep 13, 2013
No hay que trasladarse hasta Transilvania para vivir de cerca una historia de vampiros. En Pratdip encontramos unos singulares personajes vampíricos, unos perros negros y endemoniados que según la leyenda popular, chupaban la sangre de animales, seguían arrieros y atacaban hombres de noche. Pero … ¿dónde está la frontera entre la realidad y la ficción? ¿Qué hay de cierto en este leyenda? ¿Eran unos simples perros, que hambrientos, se aproximaban al pueblo para alimentarse, o bien, eran personajes diabólicos que tenían atemorizados a los pratdipencs y por ello se representaban con una de las patas levantadas, como la iconografía relacionada con el diablo?
La relación entre el Prat y los dips ha estado presente desde tiempos antiguos, y así lo demuestra el retablo renacentista de Santa Marina de 1602 donde ya aparecen representados. Algo debía inquietar a los habitantes de Pratdip entre los siglos XVI y XVII para que la iglesia terminara incorporando en su iconografía religiosa un personaje maligno, feroz, más próximo al diablo que a la fe, quizá por apaciguar los miedos, para que la gente dejara de atemorizarse ante la presencia del dip o simplemente por qué era un elemento tan arraigado en la cultura popular que no podía obviarse.
Hoy, en Pratdip, el dip es un símbolo identitario. El pueblo lleva el nombre «el prado de los dips», aparecen en el escudo municipal, también en el logotipo de Pratdip Turismo y hace poco se ha diseñado un itinerario turístico urbano que consiste en identificarlos, forman parte de la literatura catalana gracias a Joan Perucho con «Historias naturales», existe un libro infantil que también se inspira en ellos, hay una partida llamada «les Canals del Dip», también un monumento dedicado al Dip en la entrada del pueblo, diferentes carreras de montaña que llevan su nombre y así innumerables detalles que inmortalizan los dips para siempre y lo incorporan en la vida cotidiana del pueblo.
Texto y fotografía: Jaume Boldú
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